lunes, 21 de febrero de 2011

Els efectes dels incendis en la flora

Los incendios forestales provocan contaminación térmica temporal a todos los componentes del ecosistema, emiten partículas nocivas a la atmósfera y compuestos que contribuyen al calentamiento global del planeta (Rodriguez, 1996).
Es evidente que los incendios forestales inciden negativamente en el cambio climático, en tanto la vegetación es un sumidero natural de CO2. En este aspecto el impacto por tanto es doble, ya que la vegetación deja
de absorber CO2 al mismo tiempo que la combustión contribuye a las emisiones de éste y otros gases (Goldammer & Crutzen, 1993; Beringer et al., 1995; Borrego & Miranda, 1998).
Los incendios forestales pueden afectar a la calidad de aguas de lagos, tanto por un incremento de sedimentos que reciben como por entradas vía deposición atmosférica (Schindler et al., 1980; Boerner & Forman, 1982;
Bayley & Schindler, 1990). I QUE PASA AMB EL POU CLAR????
La eliminación de la cubierta vegetal implica una alteración en el microclima del bosque, también llamado ecoclima por algunos autores. La existencia de un bosque en comparación con un lugar descubierto provoca que su microclima sea: menos luminoso, con reducción de hasta el 90 %; menos caluroso, con disminución de unos 4ºC en la temperatura media anual; menos ventoso, con reducción de la velocidad del viento a la cuarta parte; más húmedo, con un aumento medio del 10%. En definitiva unas circustancias diferentes y que, por consiguiente, permiten que la vida, tanto cualitativa como cuantitativamente, se desarrolle de forma distinta (Parde, 1978).
Las áreas arboladas limitan las variaciones de temperatura, principalmente en lo que a máximas y mínimas se refiere, haciéndolas menos extremas, evitando incluso las heladas en las zonas de cultivo de frutales y huertas próximas  a las mismas; también aminoran la influencia del viento que posee un fuerte efecto desecador (Liebana & Ribarrocha, 1981).
Los distintos tipos de incendios (aéreos o de copas, los superficiales y los de subsuelo), inciden de forma distinta  y claramente negativa sobre las propiedades mencionadas (Ubeda et al.,1990; Greene et al., 1990; Imeson 1992),  sin embargo la intensidad de la afección estructural puede ser  cuantitativamente diferente según su tipología. Los  incendios de subsuelo, también llamados fuegos de humus son los menos frecuentes en España, sin embargo sus consecuencias ecológicas son gravísimas, al quemar raíces de plantas,
con lo que ocasionan su muerte (Doctor Cabrera, 1991), y afectan directamente a numerosas
propiedades del suelo importantes para su fertilidad y resistencia frente a agentes erosivos.
Los datos existentes sobre temperaturas en incendios son muy variados y están en función de distintas condiciones ecológicas, como son la densidad y distribución espacial de la vegetación, el microrelieve, la velocidad y  dirección del viento, el tipo de suelo, la humedad del mismo y la vegetación. Estudios realizados en túneles de combustión han llevado a la conclusión de que el principal factor que determina el comportamiento del fuego es la  velocidad del viento (Guijarro & Hernándo, 1997).
Durante un fuego intenso, las temperaturas dentro de la masa forestal pueden ser de 1200-1400oC y a unos metros de la masa en combustión, la temperatura del aire oscila entre 100oC y 140oC (Folch & Castelló, 1976). La  temperatura en la superficie del suelo va a depender principalmente del tipo de combustible, la cantidad y la humedad de éste (Bradstock et al., 1992; Bradstock & Auld, 1995; Baeza et al., 1997).


La transmisión del calor se produce fundamentalmente por convección y radiación; la convección hace que los fuegos de superficie se transformen en fuegos de copas y produzcan corrientes de aire que contribuyen, junto con los vientos reinantes, a la propagación del incendio. La radiación aumenta la temperatura en los alrededores de los puntos de combustión, provocando así una desecación que favorece el progreso del incendio.
Como consecuencia del incendio, el suelo sufre el impacto de diversos factores, como son el calor,
la destrucción de parte de la fauna y microorganismos, la exposición directa a los agentes
ambientales al desaparecer la cubierta vegetal, la acumulación de cenizas y la modificación
del microclima. El incendio, a través de estos factores, ejerce una acción traumática que modifica las propiedades del suelo en distinta medida según la frecuencia, tipo de fuego y situación edafológica y ecología particular de la
zona.
Cuando un incendio es muy intenso, además de producirse la quema del carbono orgánico, se da una reducción del nitrógeno por combustión de sustancias orgánicas nitrogenadas y una mineralización de elementos fertilizantes contenidos en los residuos vegetales (Ortiz,1990). El aumento de la pérdida de nutrientes, suelo y agua tras los incendios según algunos autores es alarmante (Sanroque & Rubio, 1982; Brown,1990; Senvik, 1988; Sanroque et al., 1985; Cerdá et al., 1995).
En áreas con clima mediterráneo y especialmente en aquellas zonas con mayores déficits de tipo estacional, la acumulación de materia orgánica es lenta, tanto por la escasa productividad de las biogeocenosis como por la más rápida mineralización de los restos orgánicos depositados en el suelo. Por estas razones, cualquier proceso que tienda a disminuir el contenido de materia orgánica y humus es francamente peligroso en lo que respecta a la estabilidad de los ecosistemas edáficos (pérdida de estructura, efecto protector frente a la erosión de la primitiva hojarasca, etc.). La pérdida de la cubierta vegetal, incrementa el riesgo de aceleración de los procesos erosivos. La cubierta vegetal juega un papel muy importante en la estabilización de pendientes y en aumentar la estabilidad de agregados (Thorne, 1990; DaSilva & Mielniczuk, 1997).
En la Comunidad Valenciana, la mayoría de los incendios y los más importantes se producen
en verano, mientras que las lluvias más intensas y de mayor volumen se producen en otoño.
Esta coincidencia tiene una importante repercusión en nuestros ecosistemas, ya que episodios catastróficos
como los de 1982 y 1987 pueden dar lugar a la pérdida de una parte relevante de la cubierta edáfica (Calvo,
1987).
El suelo, como ya sabemos, es un complejo sistema biológico que desde el punto de vista físico-químico está integrado por tres fases, sólida, líquida y gaseosa, en un estado de equilibrio dinámico pero frágil. La combinación adecuada de las mismas posibilita la existencia de una estructura adecuada que permite al ecosistema suelo desarrollar sus funciones. La estructura del suelo es, precisamente, la pauta de ordenación que en cada caso adoptan
los agregados individuales que constituyen las unidades básicas de la estructura del mismo. El efecto principal de una estructura pobre sobre un suelo, se manifiesta por las consecuencias sobre la inestabilidad de la superficie, la compactación del suelo y la presencia de zonas anaeróbicas. La importancia de la estructura es considerable: una estructura adecuada, no solamente favorece la aireación y permeabilidad del suelo permitiendo la penetración de las raíces, sino que también juega un papel importante en la resistencia del suelo a la erosión. Esto resulta evidente, y un suelo cuyas partículas estén adecuadamente ligadas entre sí resistirá mejor los efectos mecánicos de disgregación y arrastre provocados por la erosión hídrica y eólica. Los incendios forestales pueden provocar que los horizontes superficiales del suelo sean más frágiles (Úbeda et al., 1990; Cerdá, 1993b).
Al hablar de la estabilidad de la estructura nos referimos a la resistencia de los agregados del suelo frente a acciones desintegradoras. Un aumento de la proporción de agregados estables se refleja en una mayor capacidad de
retención de agua y por otra parte, la mejora de la estructura se traduce en una mayor resistencia del suelo frente a los agentes erosivos.En relación a la fertilidad del suelo conviene recordar que ésta depende de múltiples factores. No es suficiente que el suelo disponga de gran cantidad de nutrientes en formas disponibles para las raíces de forma inmediata; es indispensable una reserva de elementos movilizables a medio y largo plazo a efectos del mantenimiento de la fertilidad y ello exige la presencia de una proporción equilibrada de materia orgánica, de valores adecuados para las propiedades físicas del suelo y del mantenimiento adecuado de sus propiedades biológicas.
El fuego modifica las propiedades del suelo, en mayor o menor grado, dependiendo de su intensidad
y estas alteraciones repercuten en la fertilidad natural. La intensidad del fuego juega un papel en la liberación de nutrientes, y puede ser importante su repercusión a largo plazo en la productividad del suelo (Johnston & Elliott,
1998).
La continua pérdida de masas forestales por incendios influye en la microclimatología de la zona, al impedir que los
bosques funcionen como excelentes reguladores de las lluvias y las nieves, e incluso de las nieblas y los rocíos, así
como de las  temperaturas extremas de los vientos (Arnal &Meseguer, 1986).

EFECTOS DE LOS INCENDIOS
FAUNA
Son las aves unas de las especies más afectadas por los incendios. El fuego puede
afectar indirectamente, pero en gran medida a las rapaces, por alterar su hábitat y disminuir la disponibilidad de presas, esto conduce a un cambio en la composición de especies (Chavez- Ramirez & Prieto, 1994; García-Villanueva et al., 1998) QUE PIENSAN DE ESTO LOS CAZADORES???
En diversos trabajos se muestran los efectos del fuego sobre los organismos del suelo. El fuego puede reducir
drásticamente (50% o más) las poblaciones de anélidos (lombrices de tierra), y de caracoles.
Las poblaciones de escarabajos son afectadas al menos temporalmente, al igual que las arañas (reducción poblacional de 9 a 31%) y centípedos y milípedos, cuya afectación puede alcanzar hasta un 80% (Ahlgren, 1974). Y LOS CARACOLES CON TOMATE???
En un estudio llevado a cabo en diferentes sierras de Cataluña por Serra et al.(1992), acerca del impacto del fuego sobre los artrópodos edáficos (arañas, ciempiés, insectos), se demuestra que estos se ven afectados tanto en el momento del incendio, como 15 meses después.
TODA ESTA INFORMACIÓN HA SIDO
EXTRAIDA DE ESTUDIOS Y
DOCUMENTOS CIENTÍFICOS

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